23 Agosto 2007:
Nuestro amado Anthony d´Aliscats cruza el Rainbowbridge tras un fallo
renal agudo que nos lo arrebató en apenas dos semanas.

19.8.1997 23.8. 2007
Mi querido Gordito, ya nada es igual sin ti...
El día 23 de Agosto
pasado, un fallo renal agudo se llevó de mi lado para siempre al
más amado, al primero en mi vida y en mi corazón, mi Gordito, mi
Anthony d´Aliscats. Cinco días antes, había cumplido 10 años.
Pero su cuerpo de Persa logró vencer a su corazón de Angora
Turco... y ahora, inexplicablemente, me siento como si la casa
estuviese vacía, y nada ni nadie consigue hacerme olvidar su
ausencia, sabiendo que esta vez es la eternidad lo que nos
separa.
Un Hada, feérico
psicopompo, diosa de mi íntimo y mágico Olimpo de gatos sagrados
y especiales, le ha guiado, espíritu con ojos de mariposa
bicolor que es y será, ya puedo verla ahora revoloteando sobre
el heno recién cortado de los prados, ascendiendo hasta lo más
alto de los eucaliptos, luciérnaga entre bosques con olor a
lavanda y espliego, contemplando con ojos asombrados el
cataclismo gris del mar desde algún acantilado, salpicadas de
espuma sus alas blancas...
Quiero pensar que
allí están todos: Pavarotti entonando Cats,
Pacoumbral rodeado y adorado por cientos de gatos del Botánico,
Emma Penella cual zapaquilda trotaconventos recitando
Gatomaquias y poemas gatunos... y allí, sí, en el lugar más
alto, el Mago Antonio emergiendo de la neblina de la fraga
gallega donde naciera, y el Hada blanca de los fiordos,
inolvidables ambos en su bondad inmensa.
Antonio, mi querido
Antonio, yo te enseñé a jugar al escondite, y tú solías dejarte
llevar por un súbito, extraño rapto, era quizá tu forma de
decirme qué feliz eras y cuánto me querías, galopabas como un
loco y te quedabas parado detrás de una puerta, sin comprender
que
tu cuerpo gordito
nunca podía quedar oculto del todo, movías tu blanca cola,
frenético, excitado, la nariz muy roja, las orejas sagitarias, en
tensión... mientras yo repetía "¿Dónde está mi Anthony? ¡Antonio,
Antoñito!" y cuando fingía encontrarte casualmente, salías
corriendo dejando una estela blanca, un perfume de infancia
eterna, y te escondías de nuevo detrás de otra puerta, tan pueril,
ingenuo, tan tierno... silencioso, excitado, jadeante... feliz.
Pero ahora, esta
vez, desde hace unas semanas, ya no puedo encontrarte, no estás
detrás de esa puerta, ni de la otra, te siento, escucho la
vibración mágica de tus blancos bigotes inmensos, como alas de
paloma, pero tú no apareces, no estás, no puedo verte salvo con
los ojos llenos de lágrimas del recuerdo... Ya no me gusta este
juego, te lo enseñé tan bien, mi Gordito, que al fin te has
escondido en un lugar al que no puedo llegar todavía, y desde allí
tal vez me contemplas, esperando, llamándome, sin saber tú tampoco
por qué no puedo encontrarte, si estás asomando tu rabo gordito
que se agita al compás de las nubes, impaciente, la nariz de
fresa, las orejas sagitarias...Dame un poco más de tiempo,
Antoñete, el reloj de arena ha dado un vuelco y se derraman
finísimos cristales. Mi vida puede ser tan breve como la tuya, no
sé contar los años de los gatos, no importa, el tiempo se esconde
también, las manecillas del reloj son un rabo de gato, blanco,
impaciente, sagitario... Yo te enseñé este juego, yo siempre
jugaré, esperándote.
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